No lo llamaría enamorarse. Lo llamaría suerte. Suerte de encontrar alguien que es exactamente, con sus más y sus menos, una calicatura mía. Es como enamorarte de tu mejor amigo.
Es extraño y gracioso, según se mire, porque un día, sin más, no sientes nada, que te ríes de tonterías cualquieras hablando con un chico cualquiera. Y al sigueinte, en cambio, sientes necesidad de que te vuelva a contar la misma tontería, y ya no te ríes como si fuera un amigo, es esa risa tonta de que te está contando una tontería cualquiera ese chico, el chico. Y tras hablar con él te vas a la cama pensando en qué te contará mañana, si será él quien comience a hablar o si serás tú. Si terminará la conversación con un te quiero.
Es curioso, porque pasa de un día para otro. Se convierte en una droga. En una adicción. Y en lo único que piensas que te preocupa es cuánto durará esa sensación.

1 comentario: