Mordacidad humana.

Llueve. Las gotas repiqueteaban fuertemente sobre la ventana, cosa que hizo despertar a la pelirroja de ojos garzos. Ese día no tenía nada de especial, como ningún otro lo era. Se desperezó, se miró al espejo y no pudo más que sentir impotencia. Anhelaba que algún día fuese capaz de despertarse y decir 'vaya, qué buen día'. Pero de momento no era capaz. Era sábado, con lo cual no había clases. Se recogió el pelo en un recogido mal hecho, se enfundó unos pantalones negros pitillo y una camisa de rayas azul marino. Se tumbó en la cama, que estaba sin hacer, y, como no, comenzó a pensar. No llevaba poco más de treinta minutos despierta y no tenía cosa mejor que hacer. Pensó en lo de todos los días: en él, en el pasado, en qué haría ese día y si sería un desperdicio como siempre suelen serlo todos. No estaba cómoda, así que cogió su sillón, lo llenó de cojines y lo plantó frente la ventana. Empezó a analizar las gotas; unas más grandes que otras, otras más lentas que otras y las demás, simplemente no tenían rumbo. Algunas luchaban por conseguir llegar antes al marco de la ventana, donde finalmente, se desvanecían. Otras lo daban por perdido e iban directamente al marco, hartas de ser pequeñas y lentas. Hartas de que las grandes y rápidas las ganen. Chica en llamas se sintió especialmente identificada con ellas. Ella era una gota. Pequeña, lenta, perdida, vencida. Sin embargo, también se sentía, identificada con las rápidas, grandes y ágiles. Menos, claro. Pero lo sentía. Chica en llamas quería ser una de esas gotas rápidas y ganadoras a pesar de que ella fuera lo contrario. Lo que Chica en llamas sabía es que algún día sería grande, porque no se iba a dar por vencida como aquellas gotas que se iban directamente al abismo del marco porque ya no podían más con su vida. Y es que las gotas en una ventana son la mejor comparación. Si te das cuenta, tienen una vida rápida. Fugaz. Como la nuestra, pero a la vez intensa. Esas gotas tienen que luchar para llegar al final; y en el camino se encuentran con más gotas, se pegan a ellas, pero nunca se quedan con ellas. Al final se acaban desvaneciendo de ellas y siguen su camino. 
Chica En Llamas creía que era una mordacidad que los humanos seamos tan simples como gotas de agua. Creía que éramos más complejos, pero se dio cuenta de que no. Y con el 'please don't be in love with someone else'  de Enchanted, Chica En Llamas continuó observando las pequeñas gotas de agua que recorrían su ventana en un día tempestuoso. 


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