Que alguien le explique a mi corazón por qué está encerrado entre rejas de hueso. Que alguien le explique que el hueco de mi pecho no puede taparse con masilla. 
Las lágrimas más ácidas que jamás hayan rozado mi cara derramo hoy, y del brillo de mis ojos me despido. Un día tan gris jamás hizo que en mi interior lloviera tanto y que hiciera tan bonito juego con el color del exterior de la ventana. Ahí fuera dicen que tras la tormenta llega la calma, y aunque aún así vuelva a llover, solo unos pocos saben ver lo que hay sobre las nubes. Solo unos pocos sienten más allá del gris y sienten más tonalidad.
El pulso sin cesar se me acelera, y mi mente aún más en blanco queda. Si de otro día se hubiera tratado, bemoles y sostenidos invadirían mis oídos a parte de mi cabeza, pero hoy por hoy, ya ni sostienen mis pensamientos. Simplemente se van. 
Se van para volver. Siempre vuelven.
Y hoy, aunque digan lo contrario, el cielo llora. Y yo le hago compañía.

1 comentario:

  1. Sara, cuando las leo tus palabras se convierten en la arcilla que tapa la franja que cruza mi pecho.
    Gracias.

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