Y yo, a sus pies, mientras ella miraba al horizonte mientras recordaba con fortuna la historia que me recitaba, escuchaba con atención cada palabra que salía de su boca:
—Yo estaba perdida, era una joven ilusa y soñadora... ¡Era una chiquilla! Cómo pretendía que lo que sentía fuera tan real... 
—Pero lo era, ¿no es cierto?
—Real como la vida misma, niña. Recuerdo aquella primavera... Recuerdo el aire, los años 50. Era una joven preciosa, como tú. Llena de vida. Como te decía, una chiquilla... 
—¡Sigues estando tan llena de vida!
—Amaba leer con todo mi alma, y un día fui a un parque cercano a mi casa, pues mis padres no me dejaban ir mucho más lejos, a leer uno de los libros más fabulosos que me haya leído nunca. "El largo adiós", era su nombre. Y entonces ahí estaba él. Lo recuerdo tan bien...

—Un libro precioso. Tan precioso como su lectora. 
—Creo que se ha equivocado, señor. (¡Era tan cabezota como tú!)
—En absoluto, dama. Oh, perdona mi comportamiento, no me he presentado; soy Antonio.—Y me besó la mano.—¿Y tengo el placer de hablar con...?
—Tiene unos curiosos placeres, caballero. 
—Y sin duda, los mejores que pueda imaginar. —aún ni si quiera me creía que todo aquello fuera real.
Soy Libertad—lo dije en bajo tono, pues si cualquiera me oía decir aquello podía tener problemas— Pero llámame Ángela.
—¿Dos nombres? ¡Vaya! La dulce libertad, tan dulce como un ángel, tan dulce como usted, dama. 
—Mi primer nombre es Libertad, pero el peligro de decirlo en voz alta en los tiempos que corren...  
—Lo comprendo.

—Tenía unos ojos oscuros llenos de vida, niña. Eran los ojos más bonitos que jamás había visto. Y nunca los pude olvidar... Pasaron meses y meses y nos seguíamos viendo en aquel parque, ¡hacíamos locuras! Él tenía una moto... Y me llevaba por los más recónditos recovecos de Madrid... Si mis padres se hubieran enterado... Pero era joven. Y le hacía honor a mi nombre. Por fin. Era libre. Y cualquiera pagaría por sentir libertad en aquellos tiempos.

—Libertad.
—¡Shhh! Te pueden oír...
—¡No, no, no! Fuera los tabúes, Libertad. ¿Qué somos, si no dos almas que se han encontrado gracias al destino? Nadie y óyeme, Libertad, nadie puede quitarnos esto. Esto es nuestro. ¡Para algo que podemos tener que la justicia no nos arrebata! Te tengo a ti... Tú me tienes a mí. Esto es heroico, caramba. Somos héroes. Y tú, querida, ¡tienes don, tienes ángel, tienes poder!
—¡Cómo voy a tener yo don, Antonio! 
—¡El don de volverme rematadamente loco, Libertad! Contigo me siento libre y nunca una libertad fue tan inmensa... Tan increíble. Tan tú. Cógeme la mano.
—Pero... ¿qué?
—¡Vamos a bailar, vamos a ser libres! ¡Juntos!

—Y él reía y yo reía. El mundo era nuestro, niña. Mi falda de lunares se movía a tanta velocidad que ni si quiera se distinguían, reía tanto que pensaba que la mandíbula se me rompería... Pensaba que el corazón me estallaría con tanta felicidad. 
Por eso, pequeña, las cosas más valiosas son los detalles más pequeños. Mira lo que hizo un libro... Una simple mirada. Pequeña, todo lo que anheles no llegará si no confías en ello. La felicidad existe, quizás no dure mucho... Pero sí lo suficiente. A lo largo que pase el tiempo tu corazón irá siendo más egoísta, pues conocerás el dolor... Conocerás la tristeza... Conocerás el amor... Y con ello, conocerás a lo más grande de tu vida. 
—Abuela, ¿qué piensas que el abuelo habría pensado de mí?
—Que tienes don, pequeña, un gran don...

2 comentarios:

  1. "Un libro precioso. Tan precioso como su lectora".
    Yo ahora diría que este es un texto precioso. Tan precioso como la persona que lo ha escrito, aunque no la conozca.

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